Tras girar a la izquiera, a la derecha, y seguir unos 100 metros adelante, se incorporó a una rotonda, hasta ahí todo normal, tras entrar en la misma, un coche se le cruzó, pero por un segundo la suerte se alió con el y no le dió de milagro.
-Uffff...- Respiró. Con el mal dia que llevo, no se que hubiera pasado si me hubiera dado. Continuemos.
Salió de la rotonda, y tras llevar la mitad del recorrido hacia su puesto de trabajo, en un momento en el que cambió de carril, notó un extraño ruido de debajo del coche, un pequeño grito seguido de algo que no sabía identificar. Solo notó que el coche se iba hacia la derecha. Así que se decidió a parar y ver qué era lo que pasaba.
Se bajó del coche para inspeccionar aquello que le había hecho detenerse en el camino y perder más tiempo de camino al trabajo. Una vez puesto un pie en el suelo, el rugido volvió a surgir de dentro de sus entrañas. Cada vez ese ruido de dentro de él le mosqueaba un poco más. Pero siguió adelante y terminó de bajarse del coche.
Se dirigió al lado derecho de su coche, y la escena era completamente dantesca.
La rueda derecha completamente reventada, rajada, abierta, y manchada de sangre.
-¿Y esta sangre, de donde sale? No creo, vamos, no puede ser que sea de una persona, lo hubiera visto claramente. -Dijo un poco asustado.
Miró debajo del coche y allí estaba, un gato, completamente destrozado por la rueda, deshecho, cosa que le hizo vomitar de inmediato allí mismo. No se lo podía creer, había matado un gato con el coche y encima había reventado la rueda. Por suerte, tenía la rueda de repuesto en el maletero.
Una vez arreglado prosigió su camino y llegó a donde trabajaba, a la empresa a la que había dedicado todo su potencial durante los últimos 6 años, sacrificando noches en vela y tiempo con su familia, pero allí se hallaba, dispuesto a olvidar todo lo que le había pasado durante la mañana.
Entró por la puerta con aire decidido, con una sonrisa en la boca, diciendo hola a todo el mundo, y todo el mundo le miraba con cara rara, extrañado, ya llegó hasta su mesa, y tan solo unos segundos después de dejarlo todo, y sin casi apenas de sentarse, allí apareció un compañero suyo.
-José, el jefe te está buscando, tiene cara de cabreo, creo que tiene que decirte algo, y no bueno- Dijo su compañero con un tono tanto serio.
Y hacia allá, hacia el despacho de su jefe se dirigió, llamó primeramente a la puerta, segundos más tarde recibió la autorización de su jefe para entrar allí.
-Sientate José, tenemos que hablar, no es largo y tendido pero es duro.- Dijo el jefe con tono claramente serio y de cabreo. Mira hoy has llegado tarde, mucho, dependemos mucho de ti, pero con esto de la crisis estamos yendo a pique, sabemos que no tienes la culpa de nada, pero te la vamos a echar, y vamos a despedirte, no necesitamos más de tus servicios, te despediremos con el mínimo, lo hemos conseguido trampear para pagarte lo menos posible, lo siento pero no tenemos casi dinero, cuando hayas recogido tus cosas, pasa por administración para recoger tu "indemnización", muchas gracias, y buena suerte.
De repente y sin saber como, la camisa le reventó por la espalda, no le encontraba explicación, pero eso ahora no era lo importante.
Aquellas palabras le desconcertaron ciertamente, el tono claramente jocoso, de burla y mofa del jefe al final de sus palabras, lo que hizo que el rugido de dentro, sonara constantemente pero a un tono muy bajito, y no como antes, fuerte por unos segundo. Era el estrés del día supuso, que le estaba afectando al estómago y debía acabar por tranquilizarse a lo largo del día.
Tras despedirse de todos los compañeros, y de recoger su finiquito, cogió de nuevo su coche y se dirigió a casa, con la esperanza de ver a su querida mujer y poder abrazarla, contárselo todo y que se le fuera ese extraño rugido interior.
Al llegar a casa, vió que el coche de su mujer estaba en casa, pero además otro coche estaba aparcado también, supuso que era alguna amiga que venía a visitarla para tomar un café y hablar de sus cositas de mujer, como siempre, nada fuera de lo común.
Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta, entró y dejó las cosas en la cocina, y tras esto, recorrió el pasillo hasta su habitación para buscar a su mujer, la cual no encontraba por ningún otro lado de la casa. Al llegar a la puerta se la encontró cerrada, no era algo normal, si ella estaba por la casa haciendo cosas, todo estaba abierto para airearse. Entró normalmente y su corazón dio un vuelco. De nuevo una escena dantesca se encontraba ante él.
Su mujer, a la que tanto amaba e idolatraba, en la cama, con un desconocido, ellos aún si cerciorarse de que él se encontraba allí seguían retozando, mancillando su lecho, en el que había soñado con un mundo mejor, y en el que era el más feliz del mundo.
En un determinado instante, su mujer y su amante se dieron cuenta de que él estaba allí plantado, atónito, con la boca abierta y sin saber que hacer. La primera reacción de los dos fué taparse y separarse, acto seguido vinieron las palabras.
-¿Qué haces aquí?- Pregunto ella sorpresivamente cabreada. ¿No deberías estar trabajando? ¿Qué haces aqui a estas horas?
-Me han hechado del curro- Dijo tristemente. Ya no tengo trabajo, por eso he venido antes, venía a buscarte por que necesitaba un abrazo y cariño, y ahora voy y me encuentro esto, ¿Qué es lo que pasa aqui? ¿Por que me haces esto? ¿Acaso no éramos felices? No comprendo nada...
-Precisamente era eso de lo que quería hablarte esta mañana- Dijo ella con una manera sentenciosa. Me enamoré de este hombre hace mucho y me voy a ir con él, también me llevaré a los niños, que te aclaro desde ya que no son tuyos, son de otros dos hombres diferentes. Así que esta tarde me marcho, te dejo, para siempre.
En aquel preciso instante el rugido ensordeció sus oidos, solo podía escuchar eso. Con el shock todavía encima. No sabía qué hacer.
-Voy a darme una vuelta con el coche- Dijo entre dientes. Necesito calmarme, tengo mucha ira dentro, tengo que pensar en todo esto.
-Piensa que cuando vuelvas, ya no estaré aquí y me habré llevado a los niños, ya te enviaré los papeles del divorcio, no te preocupes, saldrás de esta, ya verás- Gritó ella mientras él se alejaba, cosa que José no escuchó.
El rugido había ensordecido completamente casi los demás sentidos, estaba en shock y con mucho dolor y rabia dentro, no sabía como sentirse.
Abrió de nuevo el coche y casi sin conciencia, con los sentidos distorsionados por aquello que surgia de su interior, como de su propio infierno interior, se dispuso a conducir por la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario